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Amanecimos y nos fuimos a la pileta de la base del Cerro “Macondo”. Todo andaba muy bien hasta que empezaron a caer contingentes de egresados del EGB. Tres micros llenos de nenes y maestras desaforadas que no controlaban nada. Los encargados de hacer un poco de orden eran los coordinadores del viaje, las maestras eran como otros nenes mas, haciendo desmanes, gritando, cantando, corriéndose alrededor de la pileta, etc. Cuando los llamaron para tirarse del tobogán aprovechamos a usar la pileta nosotras, lo mismo cuando los llamaron para la merienda. Un gordito al salir de la pile se cayó para atrás y se hizo mal en una pierna. Lo sentaron en una silla al sol, con un sándwich de pebete en la mano y se olvidaron de él hasta la hora de irse (pobre, ese la pasó peor que nosotras)
De todos modos con Celes nos tomamos una “agarombra” y seguimos tomado sol.
Cuando el sol empezó a bajar y a correr un poco de viento decidimos irnos.
Paseamos por el centro buscando una casa de reparación de cámaras digitales, sin éxito.
Ya nos había dado hambre (el sol, la pileta, los nenes, el viento, la caminata) así que nos sentamos a comer una pizza en unas mesas afuera de una confitería. Se pararon en la mesa no menos de 10 personas pidiendo, vendiendo chucherías y estampitas. Pero eso no fue lo peor; si les decías que no querías nada de lo que ofrecían o que no tenias monedas para darles, te pedían una porción de pizza.
Al principio me conmovió una nenita y le di, pero después veía que la pizza bajaba y que quería seguir comiendo, entonces me volví impiadosa, el demonio se apoderó de mi y empecé a pensar un montón de cosas maaaalas… Empecé a pensar “racionalmente” (o sea contando las raciones que quedaban) y me dije con una pizza no le puedo dar de comer a todos los transeúntes y a mi, fue en ese instante que se acerca un pibe de veintipico nos ofrece estampitas y frente a nuestra negativa tira el manotazo de ahogado “me das pizza?” ahí ya me calenté y le dije que basta, que pararan un cachito!!!. Era impresionante si les decías que no se te quedaban apoyados en la mesa insistiendo. Ese grandulón pelotudo no me iba generar culpa (aunque fue así)
De ahí pasamos por la terminal para sacar los pasajes y nos fuimos en un ratito a dormir.
Amanecimos y nos fuimos a la pileta de la base del Cerro “Macondo”. Todo andaba muy bien hasta que empezaron a caer contingentes de egresados del EGB. Tres micros llenos de nenes y maestras desaforadas que no controlaban nada. Los encargados de hacer un poco de orden eran los coordinadores del viaje, las maestras eran como otros nenes mas, haciendo desmanes, gritando, cantando, corriéndose alrededor de la pileta, etc. Cuando los llamaron para tirarse del tobogán aprovechamos a usar la pileta nosotras, lo mismo cuando los llamaron para la merienda. Un gordito al salir de la pile se cayó para atrás y se hizo mal en una pierna. Lo sentaron en una silla al sol, con un sándwich de pebete en la mano y se olvidaron de él hasta la hora de irse (pobre, ese la pasó peor que nosotras)
De todos modos con Celes nos tomamos una “agarombra” y seguimos tomado sol.
Cuando el sol empezó a bajar y a correr un poco de viento decidimos irnos.
Paseamos por el centro buscando una casa de reparación de cámaras digitales, sin éxito.
Ya nos había dado hambre (el sol, la pileta, los nenes, el viento, la caminata) así que nos sentamos a comer una pizza en unas mesas afuera de una confitería. Se pararon en la mesa no menos de 10 personas pidiendo, vendiendo chucherías y estampitas. Pero eso no fue lo peor; si les decías que no querías nada de lo que ofrecían o que no tenias monedas para darles, te pedían una porción de pizza.
Al principio me conmovió una nenita y le di, pero después veía que la pizza bajaba y que quería seguir comiendo, entonces me volví impiadosa, el demonio se apoderó de mi y empecé a pensar un montón de cosas maaaalas… Empecé a pensar “racionalmente” (o sea contando las raciones que quedaban) y me dije con una pizza no le puedo dar de comer a todos los transeúntes y a mi, fue en ese instante que se acerca un pibe de veintipico nos ofrece estampitas y frente a nuestra negativa tira el manotazo de ahogado “me das pizza?” ahí ya me calenté y le dije que basta, que pararan un cachito!!!. Era impresionante si les decías que no se te quedaban apoyados en la mesa insistiendo. Ese grandulón pelotudo no me iba generar culpa (aunque fue así)
De ahí pasamos por la terminal para sacar los pasajes y nos fuimos en un ratito a dormir.
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