PETALOS Y ESPINAS
Había una vez un rosal, en el parque de una casa hermosa y muy grande. En aquel rosal, una rosa era la más bonita de todas. Su color carmín, pétalos aterciopelados y perfume dulce atraían a todos.
Un día la criada de la casa salió al parque a buscar flores para adornar el interior de aquella lujosa casa.
Cuando pasó cerca del rosal fue casi inevitable que la descubriera. Acercándose como poseída por su aroma y colores pensaba, sólo con ésta flor podría embellecer toda la sala.
La mujer cortó la rosa y la llevó al interior de la casa. La puso en un florero de cristal con agua nueva y fresca, la rosa estaba muy contenta también, le gustaba mucho el recipiente donde la habían puesto en aquella sala confortable y luminosa. Las personas cuando pasaban por delante de ella suspiraban y comentaban sobre su perfume y color hermosos.
Pero al pasar los días, comenzó a sentirse sola, allí no había otras flores, animales y las personas ahora pasaban por delante de ella ya sin prestarle atención. Estaba tan triste la rosa que empezó a perder su color. Fue allí que la criada sí reparó en ella y se acercó, la sacó de aquel lujoso florero y la arrojó a la basura, e inmediatamente la llevó a la calle.
Una vez en la calle y ya habiendo entrado la criada, una niña humilde se acercó a la bolsa, la abrió y comenzó a hurgar en ella, algunos tomates pasados, 2 manzanas a medio comer… uhhhy pero qué hermosa rosa, se dijo, me la voy a llevar.
La sopló un poco para sacarle restos de comida que llevaba encima y la puso en un ojal de su camisa junto a su pecho, continuó su recorrido y cuando llegó a su pequeña casita de chapa, la recibieron sus perros, algunas gallinas, y su mamá, todos le dieron la bienvenida. La niña sacó la rosa del ojal y se la regaló a su mamá, su mamá contenta la besó, inmediatamente buscó una lata, la enjuagó y colocó la rosa allí.
Pero si es preciosa, dijo la mamá, mientras la niña orgullosa terminaba de sacarle los últimos restos de comida.
La rosa comenzaba a ver cuan distinto era su nuevo hogar. Una lata en vez de aquel florero de cristal, un pequeño ventiluz en vez de aquel inmenso ventanal, mucho amor, dedicación y atención en vez de esa fría indiferencia de aquella aséptica e inanimada sala.
Fue muy fácil para la rosa darse cuenta que lo importante y valioso es invisible a los ojos. Y gracias a ello y a la niña y su mamá fue muy feliz.
Este cuentito es una recreación del cuento que mi hermana Guille escribiera cuando tenia 9 años. La llevó a la escuela muy orgullosa pero la maestra no le creyó. Tampoco le creyó cuando redactó "Amanece en los pozos petroñeros". Tal fue su frsutación que se le fue el don de la escritura. Hoy no puede ni escribir la lista de los mandados... jaja
1 Comments:
ahora no escribe, pero modeló en su vientre el más hermoso testigo que reivindicará la autoría de esos relatos...
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