(cruzando los charcos y a base de carnes rojas)
De chica soñaba con animatoons japoneses sin tener ni idea que desde allá provenían.
Fui fanática de “Hello Kity”, “Little Star” fiel seguidora de “Mazinger Z”, “Astro Boy”, “Heidy”, “Cumcum”, “Sally”, “Campeones” y ya un poquito mayor “Sailor Moon”, “Caballeros del Zodíaco”, “Samurai X” y algunos otros que se me están escapando.
Lo japonés marcó de diferentes maneras todos los períodos de mi vida, de pequeña en forma inconciente, de joven a través de las artes marciales y de grande en forma conciente y selectiva.
Me interioricé de la vida de los samurai, quienes eran, qué hacían, cómo vivían. De las geishas, que siempre me intrigaron tanto. Las disciplinas marciales y la rigurosa disciplina y orden de vida que se lleva en la pequeña isla estado.
Todo esto me llevó a observar admirar y respetar esa cultura tan temible como necesariamente pragmática.
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